jueves, 17 de septiembre de 2009

Sin horarios en las Agujas de Travessany


Ahora que he vuelto a la rutina del trabajo y a sus horarios estrictos recuerdo los días de montaña y su libertad. En un día de buen tiempo, no existe más limitación de horarios que la salida y puesta del sol. Un buen ejemplo de esto fue la ascensión que hicimos a primeros de agosto de las agujas de Travessany, en el Vall de Boí, dentro del Parque Nacional de Aigüestortes. Se trata de seis riscos de granito que se van sucediendo una detrás de otro, cada uno más alto y más grande que la anterior, hasta llegar al Pic de Travessany (2.755 m).


Salimos del camping aún en plena noche, para al amanecer, desde el aparcamiento del embalse de Cavallers, dirigirnos hacia el refugio de Ventosa y Calvell. La llegada al refugio nos desanimo un poco, la visibilidad era nula y la amenaza de tormenta era muy grande. Pero después de consultar con los guardas sobre las vías de escape nos volvimos a entusiasmar, resultó que es posible bajar andando hacia el este desde todas las brechas salvo una que se desciende en dos rápeles de treinta metros ¡Ya no teníamos excusa, si se ponía a llover saldríamos rápidamente! Tanteando entre la niebla nos dirigimos a la base de las agujas, con tan buena suerte que empezó a abrir lo suficiente para poder disfrutar de las vistas y del calorcito justo, aunque las nubes negras no se fueron en todo el día.



Podría empezar a contaros que la primera aguja se sube por aquí, la segunda por allá y así hasta la sexta y la posterior ascensión hasta el pico. Pero la verdad es que mis recuerdos os iban a servir de poco, además en Internet hay un montón de reseñas, algunas no muy buenas, como la que llevamos nosotros. También os podría decir, como dice todo el mundo, que la aguja más difícil es la cuarta y que hay unos pasos en una placa de no se que dificultad. Desde luego es la más impresionante, pero si lleváis una buena reseña y un poco de instinto no os costará mucho. De hecho para nosotros lo más difícil fue un pequeño diedro que encontramos después de la famosa placa. Y lo que también podría contar, es que el horario es de cinco horas o así. Pero al llegar a la cima de la segunda aguja ya sabíamos que el día iba a ser muy muy largo, no nos importó. Mientras el tiempo nos respetase y las fuerzas no nos abandonasen seguiríamos hasta el final. Poco a poco fuimos superando una aguja tras otra, a nuestro ritmo pero sin parar. Superamos tramos de roca muy buena con pasos muy bonitos y otras zonas más descompuesta, destrepes dudosos, rapeles escondidos, saltos sobre el abismo, recorridos aéreos, rocas de formas sorprendentes, un quebrantahuesos volando cerca de nosotros, los lagos a nuestros pies… ¡Y al final conseguimos la cima!



Ya no nos quedaba agua, ni muchas fuerzas, pero la bajada fue relativamente sencilla y en un momento nos plantamos en el refugio. Y como éste era un día sin prisa, decidimos pasar el rato que nos quedaba hasta el anochecer de charla con unos guías de Gerona muy majetes, para terminar llegando con el frontal hasta el coche.


Lo que os contaba al principio, libertad total, tanto para seguir adelante, como para retirarse, apurando el día mientras las fuerzas aguanten.