miércoles, 4 de agosto de 2010

Pico del Lobo. Historia de una gran pájara


Estoy pagando con creces mi mala forma de este año. Ya van tres pajarones, pero el que sufrí en el Pico del Lobo podría estar sacado de un manual de medicina deportiva o de una etapa de montaña del Tour de Francia, cometí todos los errores y viví todos los síntomas clásicos, vamos un caso para el estudio.


El objetivo de la salida era intentar hacer una ruta del libro "Senderismo para masocas", en concreto la denomina "Sur del Pico del Lobo", incluida en la categoría de Licenciatura en Senderismo Masoca. Pero como no solo somos unos masocas, sino que además somos unos machacas salimos con la idea de bajar los tiempos del libro. Quedamos citados Dani y yo a las siete de la mañana en Atocha para afrontar nuestro reto. Pero claro, yo tenía que hacer méritos para conseguir matrícula de honor, por lo que me fui la tarde anterior con Fran a escalar la vía más larga de la Comunidad de Madrid "el espolón Manolin", con el resultado de descenso nocturno en medio de la tormenta. Cuando llegué a Atocha al día siguiente estaba totalmente destrozado, había dormido cuatro horas y cenado lo primero que pillé por casa, además de había convalidado el desayuno por diez minutos más de sueño.


La ruta sale del pueblo de Bocígano, sube al pico Cerrón, sigue la cuerda hasta el pico del Lobo y baja por la Cebosa y la Morra del Segoviano, para después cruzar el valle del río Berbellido y volver a Bocígano. Con media hora de adelanto llegamos al Cerrón, habíamos hecho una variante a la propuesta del libro subiendo a las Zorreras por un vallecito que queda hacia el sur en vez de por la loma pelada, además habíamos tenido tiempo para charlar con un pastor. Pero a partir de ahí nada volvió a ser lo mismo, poco a poco fui perdiendo el paso que marcaba Dani, incluso llego un momento en que me empecé a sentir mareado, tirando de pundonor conseguí llegar a la cima del Pico del Lobo. A pesar de lo mal que me encontraba no quisimos ni parar a descansar, tal era el rechazo que nos causaba el destrozo que han causado al construir una cafetería que ahora está abandonada y en ruinas.


Volviendo a nuestro reto... Ya habíamos perdido toda la ventaja inicial y se veía a las claras que en meta iba a caernos una buena minutada cuando paramos a comer en un bonito prado antes de subir a la Cebosa. Comimos bebimos y nos lo tomamos con calma, a partir de ahí me fui encontrando mejor. El libro marcaba que había que bajar desde la Morra del Segoviano directamente hasta el pueblo abandonado de Pinarejo, nosotros nos empeñamos en que esa bajada iba por una zona de matorrales espesos que nos llevó un buen rato atravesar hasta conseguir llegar al río, el pueblo abandonado no aparecía por ningún lado y a esas horas ya era imposible cumplir con los horarios que nos habíamos propuesto.

Bajamos por una senda pegada al río hasta que nos encontramos con un lugareño que estaba cogiendo setas que nos enseño donde estaba Pinarejo (mucho más abajo de lo que pensábamo) y nos indicó el camino más fácil hasta el pueblo. Llegamos a Bocigano paseando y charlando como si hubiesemos salido a dar una vuelta después de la siesta.


A pesar de lo que pueda parecer por este relato apocalíptico que he hecho, la ruta no es el infierno. Se trata de un buen pateo por la sierra de Ayllon, por unos valles y montes que a principios de verano están preciosos ¡Animaros a intentar la licenciatura! Al final, creo que nosotros sacamos un aprobado raspado