martes, 9 de febrero de 2010

De tapas por Hoyamoros

 

Este invierno tengo decidido salir todos los fines de semana que pueda a probar la nieve, que últimamente es lo que más me motiva. El domingo tocaba ir a Hoyamoros, la verdad es que he ido poco para lo cerca que está y es una pena porque es un sitio fantástico.
 

Fui con Piraña a hacer el corredor de los hermanitos, ya que como nos habían recomendado, es un buen lugar para iniciarse. Es muy sencillo y difrutón, vas subiendo poco a poco sin grandes dificultades, hasta llegar al tramo final que coge bastante pendiente, además es donde puedes escoger varias opciones. Yo tiré por la derecha que sale un tramo de hielo con cierta dificultad, me di un susto y por fin después de algún resoplido conseguí salir por la pequeña cornisa. Viendo el jaleo en el que me había metido, Piraña fue por donde todo el mundo, disfrutando de los últimos metros.


Una vez hecha la actividad del día, viendo que nos sobraba bastante tiempo y que las nubes se mantenían quietas, como si estuvieramos de tapas nos fuimos hasta el Torreon. Piraña me ofreció otra ronda y yo que no se decir que no a un buen pincho, seguimos tirando hasta llegar a La Ceja. Y ahora ya si, bajamos al coche.

Al final nos salió una bonita actividad, un corredor más una travesía y sobretodo la sensación de que Hoyamoros es un lugar con mucho por hacer, tanto en invierno como en verano y con una ventaja respecto a Gredos, que está a un paso de casa.

sábado, 30 de enero de 2010

Siendo originales

Durante el último mes hemos hecho o intentado unas cuantas actividades originales en unas de las zonas más alpinas de los alrededores Salamanca: el circo de la Nava y la hoya de la Peña Negra.
Durante las navidades aprovechamos los tres piratas para subir hasta el Corral del Diablo en la Nava de Barco. Al llegar al circo tuvimos que agarrar a Adolfo para que no nos llevase directos a la cascada más grande y aceptase hacer algo más facilito. Nos decidimos por un sistema de goulotes en el primer zocalo rocoso de la pared. Salieron tres largos de treinta metros muy resultones. El primero una goulote de 60 grados y un resalte vertical de salida a una campa de nieve; el segundo unas placas tapizadas de nieve algo más tumbadas; y el último una entrada con paso mixto y una goulote también a 60 grados. A lo tonto a lo tonto, echamos el día y llegamos de noche al coche.
Finalizadas las vacaciones, Adolfo y yo nos acercamos por la hoya de Peña Negra a conocer la zona, ya que pese a tener la Sierra de Bejar pateada de pe a pa nunca habíamos escalado allí. Nos sorprendió mucho el ambiente alpino que tiene y la cantidad de actividades que ofrece. El día estaba muy chungo, así que optamos por hacer una actividad cortita. Nos buscamos un rincón alejado de la gente que estaba haciendo top ropes en el zócalo de la Peña Negra. Hicimos una pequeña cascada que nos hizo emplearnos a tope y resoplar un montón, especialmente en la salida, ya que no había nada que pinchar.
Al finde siguiente volví con Dani al circo de la Nava. Los vientos habían cambiado, y, en vez de nieve y frío, traían lluvia y altas temperaturas. En medio de una llovizna fina, pero constante, intentamos un corredor que sale directo a la cima del Pelao. Un resalte mixto nos detuvo a medio camino, como no llevábamos cuerda no quisimos arriesgarnos, pues la nieve y el hielo estaban francamente malos. Así que volvimos sobre nuestros pasos un poco chafados.
Pues lo dicho, hay un montón de actividades originales que te hacen sentir que estas explorando territorio intacto y viviendo grandes aventuras, eso si, a una hora del calor del hogar. Esperemos que el invierno siga siendo benébolo y nos permita seguir viviendo nuestros pequeños retos.

lunes, 18 de enero de 2010

Soledad en Bionnassay



Capítulo 3. Soledad en Bionnassay

Estaba claro, con un calor que todo lo funde, derrumbamientos de piedras por doquier y grietas inmensas en los glaciares había que subir muy alto para pisar nieve escalable, así que nos decidimos por la Aiguille de Bionnassay (4052 m).



Para comenzar la aproximación, una vez más, teníamos que hacer un encaje de bolillos de autobuses, trenes y teleféricos. Y una vez más, a todo correr, conseguimos llegar a la estación superior de Bellevue (1801 m). Nuestro plan era ascender hasta el col de Tricot (2120 m) y desde allí acceder al refugio de Plan Glacier (2700 m). Sobre el mapa parecía sencillo, pero llegar hasta el col de Tricot vestidos de montañeros y cargados con el material se hizo duro, quedando el camino bien empapado de goterones de sudor. Una vez allí tomamos un sendero solo para montañeros experimentados, tal y como rezaba el cartel que había a su entrada. Se trata de un sube-baja constante con algunos pasos de trepada equipados y un ambiente increible, muy recomendable para personas que desean superar su miedo a las alturas. Y así llegamos al refugio, un nido de aguila construido en madera ¡El auténtico refugio de los pioneros!





Era mediodía, demasido temprano para nosotros, que en este viaje acostumbrábamos a llegar justitos a la cena, así que nos resistimos a la tentación de quedarnos allí y seguimos hasta el refugio de Durier (3369 m). Tomamos un camino para montañeros más expirimentados todavía y llegamos al glaciar de Miage. Para nuestra sorpresa, estaba en peores condiones que todos los que habíamos cruzado durante el resto del viaje. Por suerte para nosotros, la gran caverna que se había formado en el contacto con la roca se había derrumbado en un punto, y justo por ahí nos metimos en aquel coladero. Así llegamos a una zona cubierta de nieve papa, lo que nos hizo avanzar con mucha precaución ya que no sabíamos lo que podía haber debajo, y justo en ese momento se desprendió una piedra teledirigida que Adolfo consiguió esquivar como un torero y que casi alcanza a Pablo por la gran parábola que describió. Por fin alcanzamos el espolón por el que se accede al refugio, para que no pensásemos que con hacer los 500 metros de desnivel que quedaban sería suficiente se puso a llover.



Estábamos en el refugio, pero no habíamos llegado a la cena, el guarda se había marchado hacia dos días y estábamos solos. Nos dedicamos a esquilmar la despensa, a beber agua de lluvia recogida en un barreño y a disfrutar del privilegio de estar en un lugar tan impresionante. Nos metimos a dormir los tres muy juntitos para estar descansados para el día siguiente.



Costó mucho levantarse, la paliza del día anterior nos pasaba factura. Nos comimos un pastel de chocolate y plátano que dejó el guarda y nos pusimos en marcha. Grandes desprendimientos nos saludaron desde las Domes de Miage. Enseguida cogimos altura y siguiendo las huellas de un zorrillo, entre tramos de arista, llegamos a un espolón rocoso. Le dimos un par de vueltas antes de encontrar la ruta correcta de ascenso y nos metimos en faena, la buena calidad de la roca nos permitía escalar en ensamble y a Adolfo marchar solo por delante. Poco a poco y después de algunos pasos bonitos aparecimos en la cumbre de la Aiguille de Bionnassay (4052 m). 



 

Pero la fiesta no hacía más que comenzar, nos esperaba por delante una fina arista de medio kilómetro con un impresionante serac colgado. La mala calidad de la nieve nos lo puso muy difícil. A ratos avanzábamos en travesía por un lateral, a ratos a caballo por la arista y a ratos abrazados a la cornisa, el tiempo pasaba muy despacio y poco a poco el calor se hacia insoportable, hasta que conseguimos llegar a un filo rocoso. Fue un gran alivio y a partir de entonces conseguimos andar a un ritmo razonable. Después de lo vivido los filos que protegen el acceso al Piton des Italiens (4002m) ya no nos impresionaban, andabamos por encima como si tal cosa. 


  
A partir de ahí ya no había dificultad técnica, pero si hubo que abrir una buena huella hasta la cima de la Dôme du Goûter (4304 m).Ya solo nos quedaba trotar, y a ratos galopar, hacia abajo, primero a Goûter (3817 m) y luego a Tête Rousse (3167 m), donde llegamos una vez más justitos para cenar.



Habíamos ido donde a nadie se la había ocurrido con semejantes condiciones, habíamos hecho la actividad más técnica y dura de nuestra vida y habíamos terminado la parte deportiva de nuestro viaje.


  
Fin

lunes, 11 de enero de 2010

Nuevos límites.

Ahora que es temporada de nieve, os dejo un video de roca para coger calor. Aunque será poco, porque lo grabamos en noviembre de 2007. La verdad es que tenía muchas ganas de ponerlo ya que se trata de mi primer 6a, me ha costado lo suyo editarlo. La imagen no es de muy buena calidad pero se capta perfectamente lo que pasó.



Ya casi no me acuerdo como ocurrió, creo que lo que más me costó sacar fue el paso de entrada, la salida está muy bien chapada y pasar un techín me motivaba mucho, además de los animos de los compañeros.
Que lo disfruteis, como yo lo hice escalando.

jueves, 7 de enero de 2010

De repente en Argentière



Capítulo 2. De repente en Argentière

Una cosa que ha caracterizado nuestro viaje a Alpes este verano ha sido el cambio de planes a última hora, ya fuera por el estado de la montaña o por el tiempo. Y esto es lo que nos pasó al volver a Courmayer de Torino, cuando estaba practicamente decidido que iríamos al Cervino. En el último momento, y esto quiere decir que el autobús acababa de arrancar, decidimos ir a Chamonix, que era la única zona en la que daba bueno.
Una vez allí buscamos una consigna donde poder dejar lo poco que no queríamos llevar para arriba, y después de un rato dimos con La Cantina Tex Mex, donde por cinco euros te guardan el equipaje. Otro bus más y nos plantamos en Argentière, y después de un difícil intercambio de opiniones con una taquillera que no había tomado all-bran nos plantamos en la estación superior del teleférico de Les Grands Montents (3295 m).


Unas chicas nos dijeron que ellas habían desistido de bajar hacia el glaciar por que una grieta muy grande impedía el acceso. La cosa pintaba mal, pero decidimos echar un ojo y encontramos una instalación de rápel que permitía salvar una gran rimaya. Una vez hecho el rápel ya no había vuelta atrás, el teleférico ya había cerrado y nos quedaban unas pocas horas de luz por delante para descender hasta el glaciar principal y cruzarlo.



La bajada fue bastante compleja, hubo que salvar un gran número de grietas, cruzar zonas de hielo negro y correr morrena abajo. Una vez conseguimos llegar al glaciar principal pudimos avanzar más rápido ya que estaba límpio de nieve y se veían bien la zonas con grietas. Nos quitamos las botas, arneses y crampones y entramos corriendo al refugio de Argentière (2760 m) justo para la cena.





Durante la noche cayó una gran tormenta que hizo temblar todo el valle. Amaneció muy nublado, y así se mantuvo todo el día. Con este panorama y viendo que las vías de nieve de la zona estaban peladas decidimos tirar para abajo. El guarda nos recomendó que cruzasemos hasta el glaciar de Tour por el col du Passon (3028 m), ya que el resto de pasos estaban impracticables. Y nosotros le hicimos caso.





Descendimos por el glaciar de Argentière hasta encontrar un paso hacia la subida al col, tuvimos que dar muchos rodeos entre grandes grietas y prestar mucha atención para cruzar una morrena que era puro barro. Después, hubo que remontar una gran pedrera y en los últimos metros subir por un corredor empinado de piedra descompuesta. Había que poner mucho cuidado para no tirar una piedra a los compañeros. Entonces conseguimos asomarnos al mar de grietas en que se había convertido el glaciar de Tour.



El bajo nivel del hielo había dejado un montón de antigüedades a la vista: clavos y tornillos, latas, etc. Parecía que iba a ser imposible cruzar el glaciar en semejante estado, pero gracias al olfato de Adolfo fuímos encontrando los pasos entre las grietas. Y así, después de dar grandes rodeos conseguimos llegar hasta el refugio Albert Primero (2706 m). Ya "sólo" quedaba bajar hasta el pueblo de Tour (1480 m), un gran desnivel para nuestras castigadas piernas.



De vuelta en Chamonix empezamos a darle vueltas a la cabeza para decidir a donde podíamos ir sin jugarnos demasidado pellejo con estas condiciones en la montaña, había que moverse bien para aprovechar los pocos días de vacaciones que nos quedaban.
Continuará ...

lunes, 28 de diciembre de 2009

Integral indefinida




Foto: Manolo Santervas

El sábado 12 era un dia emocionante para mi, ya que era la primera vez que iba a hacer la integral del Circo de Gredos. Y es que es una de esas actividades que desde que te enteras que existen, sabes que es de lo más atractivo que hay. No solo porque pasas por las cimas más emblemáticas, sino porque también tiene algún que otro paso bonito.
El caso es que sabíamos que no nos íbamos a encontrar las mejores condiciones, pero aún así confiábamos en poder hacerla. Poco a poco se confirmaban nuestras predicciones, en el camino de salida de la Plataforma había poco hielo, en los Barrerones solo había nieve en la senda, la Laguna Grande no estaba completamente helada, aún así nos encontramos con algún inconsciente atravesandola.


Foto: Manolo Santervas

Aún con bastante moral nos dirigimos al Venteadero, la verdad es que se avanzaba bien por la nieve, y así poco a poco nos encontramos subiendo, ahora si,entre bloques y nieve hacia la Galana. Y aquí tuvimos nuestra primera gran decepción, primero porque las placas por las que se asciende estaban poco cubiertas de nieve y también porque llevábamos casi una hora de retraso y no sabíamos donde la habíamos perdido. Viendo la situación decidimos continuar hacía el Almanzor, ya que para futuras ocasiones nos interesaba conocer como se pone la ruta en invierno.
Y con alguna pequeña dificultad a la hora de seguir el camino, llegamos a la trepada del Almanzor, que estaba tapizada por una pequeña capa de hielo. Pasamos un primer escalón de hielo, pero los tramos más verticales estaban imposibles, al menos para nosotros. Por suerte pudimos subir por una trepada en roca que al darle el sol estaba totalmente limpia, llegar a la cumbre sur, superar la travesia que une las dos cumbres y hacernos con la cima.


Foto: Manolo Santervas

Puede que no consiguieramos resolver esta integral, pero me quedo con la sensación de haber progresado mucho este verano en este tipo de terreno y sobretodo con las inesperadas oportunidades que me encontré a la bajada. Pero eso es otra historia.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Galayos. Las agujas prometidas


¿Cuántas veces he pasado bajo los Galayos en la tradicional Travesía Invernal del GUM-Salamanca? Hace unos años aún lo sabía, ahora ya he perdido la cuenta. ¿Y cuántas veces habré mirado hacia el Torreón deseando estar en la cima? No se pueden contar.
Hace unas semanas, cargado de motivación, escribí a Alberto para proponerle una visita al galayar, no tardo ni cinco minutos en responderme que sí. No en vano, desde que empezamos a escalar, mucho antes de saber si quiera colocar un friend o un fisurero, habíamos mirado y remirado juntos los croquis de su libro de vías selectas, imaginando cual sería la que seguiríamos para subir al Torreón.



El plan era escoger las clásicas vías sencillas, para ir tomando contacto con el ambiente de la zona. Por eso escogimos hacer el primer día la Sur de la Apretura al Pequeño Galayo más el Gran Diedro del Gran Galayo, y para el segundo día, y ya un poco más rodados, la Sur Directa del Torreón. Se nos unieron Javi Garamond y Fran, que traían un poco más de ambición que nosotros, y pretendían hacer la Oeste del Pequeño Galayo y la Malagón del Torreón.





Después de unas pequeñas dudas para determinar cual era el camino a seguir para ascender al Pequeño Galayo, nos metimos en faena. La escala discurrió tranquila, alternándonos en los largos llegamos hasta la base del bloque cimero. Nos decidimos a probar subir por una fisura que queda a la derecha de la cima. Se veía duro el tema, así que le tocó a Alberto pelearse con ella. Subió los primeros pasos, después dio unos cuantos resoplidos mientras protegía el paso más duro y con decisión salió hacia arriba después de unos movimientos muy bonitos. Luego tuve que recuperar el largo, en ese momento es cuando me arrepentí de lo poco que he entrenado últimamente. Un poco sofocado llegué hasta donde estaba Alberto y de ahí a disfrutar de la cima.
Una vez comimos nos fuimos hacia el Gran Galayo y su famoso diedro. Emulando a Javi decidimos hacerlo de una sola tirada. Me toco a mí tirar de primero ¡Qué sensaciones más impresionantes! Es una pasada verte a más de treinta metros del suelo haciendo esos movimientos tan bonitos sobre las curiosas formas de los cristales de cuarzo incrustados en la pared. Después hicimos un poco de espeleo y por un agujero salimos a la cima, donde nos reencontramos con nuestros colegas. Y haciendo gracias bajamos hasta nuestro vivac.


Había sitio de sobra en el refugio Victory, pero todos preferimos dormir fuera. No queríamos perdernos el atardecer, el placer de ver las estrellas fugaces caer y la impresionante sensación de dormir bajo la negra sombra de las agujas. Organizamos unas jornadas gastronómicas, en vez de una cena, y una tertulia de esas en las que se arregla el mundo en la sobremesa.




A la mañana siguiente cada pareja tomó su camino. Alberto y yo hicimos un ascenso de barrancos a través de la canal de la Aguja Negra hasta la base de la cara Sur del Torreón. Me tocó empezar a mi, un largo muy largo, con una salida “no fácil”, luego un tramo de transición y después unos canalizos muy estéticos y verticales. El segundo largo, es cortito, pero Alberto protestaba por que era un poco rarito. Decidimos hacer en solo largo el diedro que accede a la parte alta de la torre, esta parte de la escalada discurre por un sistema de fisuras muy vertical, y que fuese Alberto el encargado de dárselo. Pesando como proteger cada paso y con la soltura que le caracteriza fue ascendiendo hasta asomarse a la otra cara. Era mi turno, me lo tomé con mucha calma, la mochila tiraba mucho para atrás, como si llevásemos piedras dentro, de vez en cuando un paso alto me hacía sudar tinta, poco a poco alcancé el diedro final, empotrando pies y manos me bamboleé hasta llegar a la reunión ¡Ya falta muy poco! Cambiamos la mochila, puse un pie en cada lado de la brecha, después di un pequeño saltito y ya estaba en la zona de cumbre, gateé por el estrecho paso que conduce a la cima y me puse de pies en ella a recuperar cuerda al estilo de “Las cien de Rebuffat”. Después llegó Alberto y oímos unas voces a nuestros pies. Eran Javi y Fran que estaban a punto de llegar. Para volver al suelo tuvimos que hacer un impresionante rápel por la cara norte y luego unos destrepes entretenidos. El remate del día fue una gran comilona de sobras a la sombra del refugio Victory y una animada bajada por las zetas.




Creo que no se puede exprimir más un fin de semana de montaña: disfrutando de la naturaleza y el aire libre, la comida y las buenas compañías y haciendo realidad sueños largo tiempo deseados ¡Gracias compañeros!