domingo, 28 de agosto de 2011
Carritos de fuego
Hace ya mucho mucho tiempo... en Semana Santa para ser más exacto, me reuní con mi amigo Manolo para enfrentarnos al gran reto que veníamos planeando durante toda la temporada ¡La ruta Carros de Fuego con esquís! Así que confiados en que otros años la ruta se había podido hacer sin problema en esos días de vacaciones, nos fuímos para el Valle de Arán. Pero ya de camino empezamos a darnos cuenta de lo ilusos que habíamos sido, este año los días santos caían en fechas muy tardías y las montañas estaban muy peladas.
Aún así no nos desanimamos y subimos hasta el refugio de Restanca (2.010 m), los esquís y las botas fueron en la mochila ¡Ni un triste nevero en todo el camino! Como la aproximación había sido corta y del refugio para arriba sí que había nieve, nos fuimos de excursión hasta un falso collado a 2.558 m al pie del Tumenèia. Una buena paliza para ser el calentamiento y un buena esquiada también.
Al volver al refugio nos encontramos con un antiguo compañero de la facultad y su pareja (los montañeros vamos todos a los mismos sitios) y quedamos para subir juntos al día siguiente al Montardo (2.833 m) ¡Cómo subian! ¡Y cómo bajaban! Manolo y yo íbamos a arrastras tras ellos o rodando si era en la bajada. Pusimos como excusa las mochilas, pero no era eso... Nos despedimos y cada uno fue para su lado. Nosotros al refugio de Cavell i Ventosa (2.200 m) a través de un viacrucis de nieve paposa, bordeo de lagos y calvas. Durante todo el camino tuvimos vistas de las Agulles de Travessani y me acorde mucho de cuando estuve allí con Pablo.
El siguiente día teníamos que enfrentarnos a uno de los momentos más temidos de la travesía: el Coll de Contraix (2.748 m). Salimos muy motivados y subimos a toda máquina. Al llegar al pie del corredor nos calzamos los crampones y subimos como obuses, ya hemos hecho mucha montaña como para asustarnos de estas cosas, al final no fue tan fiero el león como lo pintaban. De ahí hasta el estany una magnífica esquida, luego a buscarse la vida entre piedras y después entre árboles, para acabar cargando durante un buen rato hasta el refugio de Estany Llong (1.985 m).
Se imponía una reflexión. No podíamos seguir cargando más que esquiando, además los dos días que teníamos por delante eran en la vertiente sur y se pasaba por alturas muy bajas... Hicimos caso a los consejos del guarda y nos fuímos hasta el refugio de Amitges (2.380 m) a través de un pequeño collado situado a la derecha del pico del Portarró aproximadamente a 2.600 m. Alcanzar el colladito fue peliagudo, tanto por la inclinación de las palas que había que cruzar, como por el estado de la nieve. Pero la bajada mereció la pena y fue sin duda la mejor de toda la ruta. Esta etapa la compartimos con dos amigos granadinos, una gente muy agradable y muy montañera.
La siguiente etapa fue la única que realizamos integramente por nieve. Subimos hasta el Tuc de Saboredo (2.833 m) y después nos enfrentamos a una pala bastante helada. Con tan mala suerte que Manolo tuvo una caída y se hizo un feo corte en la mejilla. Menos mal que Julián, el guarda del refugio de Saboredo (2.310 m), es un maestro en con los puntos de aproximación, así que no quedará más desfigurado, jeje
Al día siguiente hicimos la ruta de los lagos de Colomers, por no hacer la etapa demasiado corta. Fue bonita, pero acabo por alcanzarnos la lluvía y penamos mucho para llegar al refugio de Colomers (2.135 m). Allí nos reunimos con un grupo de riojanos y su guía que habían relizado la ruta a pie, compartimos anécdotas y juegos hasta la cena.
A la mañana siguiente y sabiendo que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pero que no le gusta mojarse dos días seguidos, optamos por bajar por la pista forestal. Atajando como cabras con las botas de esquí llegamos hasta el coche.
Resulto una semana agridulce: foqueamos, esquiamos, porteamos, vimos paisajes maravillos y conocimos gente estupenda, pero... ¡cómo amarga no poder conseguir lo que nos habíamos propuesto! Al final la montaña manda siempre, por unas cosas o por otras.
Así lo contó Manolo
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