lunes, 28 de diciembre de 2009

Integral indefinida




Foto: Manolo Santervas

El sábado 12 era un dia emocionante para mi, ya que era la primera vez que iba a hacer la integral del Circo de Gredos. Y es que es una de esas actividades que desde que te enteras que existen, sabes que es de lo más atractivo que hay. No solo porque pasas por las cimas más emblemáticas, sino porque también tiene algún que otro paso bonito.
El caso es que sabíamos que no nos íbamos a encontrar las mejores condiciones, pero aún así confiábamos en poder hacerla. Poco a poco se confirmaban nuestras predicciones, en el camino de salida de la Plataforma había poco hielo, en los Barrerones solo había nieve en la senda, la Laguna Grande no estaba completamente helada, aún así nos encontramos con algún inconsciente atravesandola.


Foto: Manolo Santervas

Aún con bastante moral nos dirigimos al Venteadero, la verdad es que se avanzaba bien por la nieve, y así poco a poco nos encontramos subiendo, ahora si,entre bloques y nieve hacia la Galana. Y aquí tuvimos nuestra primera gran decepción, primero porque las placas por las que se asciende estaban poco cubiertas de nieve y también porque llevábamos casi una hora de retraso y no sabíamos donde la habíamos perdido. Viendo la situación decidimos continuar hacía el Almanzor, ya que para futuras ocasiones nos interesaba conocer como se pone la ruta en invierno.
Y con alguna pequeña dificultad a la hora de seguir el camino, llegamos a la trepada del Almanzor, que estaba tapizada por una pequeña capa de hielo. Pasamos un primer escalón de hielo, pero los tramos más verticales estaban imposibles, al menos para nosotros. Por suerte pudimos subir por una trepada en roca que al darle el sol estaba totalmente limpia, llegar a la cumbre sur, superar la travesia que une las dos cumbres y hacernos con la cima.


Foto: Manolo Santervas

Puede que no consiguieramos resolver esta integral, pero me quedo con la sensación de haber progresado mucho este verano en este tipo de terreno y sobretodo con las inesperadas oportunidades que me encontré a la bajada. Pero eso es otra historia.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Galayos. Las agujas prometidas


¿Cuántas veces he pasado bajo los Galayos en la tradicional Travesía Invernal del GUM-Salamanca? Hace unos años aún lo sabía, ahora ya he perdido la cuenta. ¿Y cuántas veces habré mirado hacia el Torreón deseando estar en la cima? No se pueden contar.
Hace unas semanas, cargado de motivación, escribí a Alberto para proponerle una visita al galayar, no tardo ni cinco minutos en responderme que sí. No en vano, desde que empezamos a escalar, mucho antes de saber si quiera colocar un friend o un fisurero, habíamos mirado y remirado juntos los croquis de su libro de vías selectas, imaginando cual sería la que seguiríamos para subir al Torreón.



El plan era escoger las clásicas vías sencillas, para ir tomando contacto con el ambiente de la zona. Por eso escogimos hacer el primer día la Sur de la Apretura al Pequeño Galayo más el Gran Diedro del Gran Galayo, y para el segundo día, y ya un poco más rodados, la Sur Directa del Torreón. Se nos unieron Javi Garamond y Fran, que traían un poco más de ambición que nosotros, y pretendían hacer la Oeste del Pequeño Galayo y la Malagón del Torreón.





Después de unas pequeñas dudas para determinar cual era el camino a seguir para ascender al Pequeño Galayo, nos metimos en faena. La escala discurrió tranquila, alternándonos en los largos llegamos hasta la base del bloque cimero. Nos decidimos a probar subir por una fisura que queda a la derecha de la cima. Se veía duro el tema, así que le tocó a Alberto pelearse con ella. Subió los primeros pasos, después dio unos cuantos resoplidos mientras protegía el paso más duro y con decisión salió hacia arriba después de unos movimientos muy bonitos. Luego tuve que recuperar el largo, en ese momento es cuando me arrepentí de lo poco que he entrenado últimamente. Un poco sofocado llegué hasta donde estaba Alberto y de ahí a disfrutar de la cima.
Una vez comimos nos fuimos hacia el Gran Galayo y su famoso diedro. Emulando a Javi decidimos hacerlo de una sola tirada. Me toco a mí tirar de primero ¡Qué sensaciones más impresionantes! Es una pasada verte a más de treinta metros del suelo haciendo esos movimientos tan bonitos sobre las curiosas formas de los cristales de cuarzo incrustados en la pared. Después hicimos un poco de espeleo y por un agujero salimos a la cima, donde nos reencontramos con nuestros colegas. Y haciendo gracias bajamos hasta nuestro vivac.


Había sitio de sobra en el refugio Victory, pero todos preferimos dormir fuera. No queríamos perdernos el atardecer, el placer de ver las estrellas fugaces caer y la impresionante sensación de dormir bajo la negra sombra de las agujas. Organizamos unas jornadas gastronómicas, en vez de una cena, y una tertulia de esas en las que se arregla el mundo en la sobremesa.




A la mañana siguiente cada pareja tomó su camino. Alberto y yo hicimos un ascenso de barrancos a través de la canal de la Aguja Negra hasta la base de la cara Sur del Torreón. Me tocó empezar a mi, un largo muy largo, con una salida “no fácil”, luego un tramo de transición y después unos canalizos muy estéticos y verticales. El segundo largo, es cortito, pero Alberto protestaba por que era un poco rarito. Decidimos hacer en solo largo el diedro que accede a la parte alta de la torre, esta parte de la escalada discurre por un sistema de fisuras muy vertical, y que fuese Alberto el encargado de dárselo. Pesando como proteger cada paso y con la soltura que le caracteriza fue ascendiendo hasta asomarse a la otra cara. Era mi turno, me lo tomé con mucha calma, la mochila tiraba mucho para atrás, como si llevásemos piedras dentro, de vez en cuando un paso alto me hacía sudar tinta, poco a poco alcancé el diedro final, empotrando pies y manos me bamboleé hasta llegar a la reunión ¡Ya falta muy poco! Cambiamos la mochila, puse un pie en cada lado de la brecha, después di un pequeño saltito y ya estaba en la zona de cumbre, gateé por el estrecho paso que conduce a la cima y me puse de pies en ella a recuperar cuerda al estilo de “Las cien de Rebuffat”. Después llegó Alberto y oímos unas voces a nuestros pies. Eran Javi y Fran que estaban a punto de llegar. Para volver al suelo tuvimos que hacer un impresionante rápel por la cara norte y luego unos destrepes entretenidos. El remate del día fue una gran comilona de sobras a la sombra del refugio Victory y una animada bajada por las zetas.




Creo que no se puede exprimir más un fin de semana de montaña: disfrutando de la naturaleza y el aire libre, la comida y las buenas compañías y haciendo realidad sueños largo tiempo deseados ¡Gracias compañeros!


viernes, 6 de noviembre de 2009

"Difficile, no. Pericoloso"

Capítulo 1. Difficile, no. Pericoloso



Por fin nos volvemos a juntar los tres piratas para hacer actividad, y es que una llamada de Adolfo es difícil de rechazar y más si lo que te propone es ir a los Alpes. Después de un largo viaje en avión, tren y teleférico, llegamos al refugio de Torino. Buen lugar para coger forma y ver en que condiciones está la montaña. Empezamos a andar por el Valle Blanco, en dirección a la Tour Ronde, a ver si encontrábamos algo en condiciones, ya que para cualquier actividad que preguntábamos en la casa de la Sociedad de Guías de Courmayeur la respuesta era "Difficile, no. Pericoloso". El macizo de Mont Blanc siempre es impresionante, pero más si lo que te encuentras es todos los glaciares agrietados y las paredes tirando piedras constantemente, es lo que tiene ir a finales de agosto.




Así que una vez que llegamos al col d'Entrèves y viendo factible la Aiguille d'Entrèves (3.600 m), decidimos meternos en su arista haciéndola en dirección SW-NE. Es una cresta muy bonita, fácil, con buen granito, pero bastante aérea. Empiezas entre un caos de bloques, y ya en los primero pasos te das cuenta quien tiene más oficio, y es que César y yo no somos capaces de seguir el ritmo de Adolfo. Pero llegan los pasos difíciles, o mejor dicho los aéreos, así que montamos una reunión, te toca hacer una travesía con el glaciar a tus pies hasta una buena repisa. Desde allí hay que trepar por una fisura que en algunas reseñas dan de 4b, hay unos cordinos de los que te puedes medio fiar y ayudar, pero ya que estás allí mejor darlo en libre. Y en seguida te plantas en la cumbre. Nos damos un respiro para disfrutar de las vistas y los reconfortantes ruidos que hacen las paredes al desmoronarse.







La bajada la complicamos un poco ya que empezamos a destrepar unas canales muy evidentes, pero que cada vez estaban más descompuestas. Por suerte, pudimos recuperar terreno, regresar a la ruta que desciende entre unos grandes bloques y así poco a poco llegar otra vez al glaciar.






Ya solo quedaba volver al refugio, nos lo tomamos con calma, es la primera toma de contacto con la altura y es mejor no malgastar fuerzas que te pueden ser útiles para otro día.






Continuará ...

lunes, 2 de noviembre de 2009

Por el Ocejón en Otoño


Si le comentas a alguién de Guadalajara que te gusta hacer montaña, siempre te dicen "¿Has subido al Ocejón?", por eso yo lo llamo el máximo exponente del alpinismo en Guadalajara. Allí nos dirigimos en nuestra última excursión. Como yo estoy poco productivo últimamente pedí a Dani que escribiese algo sobre ella, aquí os dejo su crónica:



Aunque algunos ya conocíamos aquellos parajes, otros lo descubrían de nuevas. Una gallega y un salmantino en la Sierra de Ayllón no es cosa habitual. La ruta planteada era también novedosa, siendo la intención de hacerla circular con subida incluida al Ocejón (2.049 m).



La jornada empezó tardía por motivos varios pero no sorprendentes. De camino por la carretera, se hizo parada obligatoria en la panadería de Tamajón, donde hacen las mejores tortas del mundo, al menos eso creo. Rozando el mediodía nos encontramos en Majalrayo (1.250 m), muestra adecentada de la Arquitectura Negra de la Sierra. A nuestra gallega aquello le recordaba su tierra.



El comienzo de la senda planteaba dudas. Se debía de tomar el camino correcto, pero no fue el caso. Así que emprendimos camino senda arriba por una antigua pista cada vez más reconquistada por jaras pringosas y brotes de melojo, que fueron dificultando nuestro paso. Por suerte nos acompañaba Tambor, nombre propuesto para un perro del pueblo, que bien habilidoso, nos marcaba el camino en sus corredurías.



En un momento dado nos vimos insertos en el melojar sin rastro evidente del camino. La idea de volver para tomar otro camino resultaba perezosa a sabiendas de la molesta vegetación. Por tanto, con Tambor al frente, resolvimos rastrear hacia arriba para encontrar el roquedo que se empezaba a vislumbrar allende lo arbóreo. El hozado y huella de los jabalíes nos fue de mucha ayuda.

Y por fin salimos del dosel que nos cubría y empezamos a disfrutar de un paisaje de ocres, verdes y grises con Majalrayo y otros pueblos abajo en el valle. Una alfombra de gayuba nos llevaba hasta el collado de la Pradera la Maldita (1.733 m) pero antes había que sortear las primeras placas de gneis y granito del camino. Una vez en el collado, comprobamos cual era el camino correcto de subida. Desde allí se podría continuar por una senda clara camino de Valverde de los Arroyos.


Así que empezamos un ligero descenso entre gayuba, brezo y pies sueltos de melojo. A nuestra derecha el ligero sonar de un pequeño arroyo nos empezó a acompañar. Se atravesó otro arroyo de otoñada espectacular con chopos y serbales, para poco más adelante llegar a Las Chorreras (1.450 m), el conocido salto de agua, aunque de agua justa para esta época. Desde allí ya podríamos ver Valverde, el otro pueblo clásico de la arquitectura del lugar. El disfrute fue máximo, especialmente cuando lo acompañamos de buen queso de tetilla, salchichón, paté y hogaza de pan. Desgraciadamente perdimos aquí a Tambor, del que ya no supimos más. Esperemos que su demostrada habilidad le permitiera volver a casa fácilmente.

La chorrera fue analizada convenientemente antes de iniciar de nuevo camino ascendente. No fue un regalo la subida al Ocejón, debido a los kilómetros ya acumulados, pero a buen ritmo lo alcanzamos. Allí, las nubes nublosas dieron al traste con las vistas cimeras pero dieron un ambiente más adecuado.



Para hacer más divertido el descenso, preferimos crestear entre las cuchillas sobrepuestas de gneis y granito, hasta llegar al collado Cañamarejo (1.798 m),
El descenso se hizo un poco pesado, pero el atardecer alivio el cansancio de piernas y rodillas, con un sol que finalmente se dejó ver al escabullirse bajo las nubes. Ya nos encontramos en la Peña de Los Santos y la noche cayó justo antes de volver al coche.
Bella ruta en el otoño de la sierra de Guadalajara.

lunes, 19 de octubre de 2009

Aigüeta de Barbaruens. Lost continent



De pascuas a ramos hay que hacer barranquismo. No es la actividad que más practicamos, pero cada vez que me he internado en uno de esos parajes he descubierto un mundo diferente.






La aigüeta de Barbaruens es uno de los muchos barrancos que hay en los Pirineos. Dicen que es bueno como iniciación, pero nunca te debes descuidar, no en vano los servicios de rescate sacan a más gente de los cañones que de las paredes. Se trata de un barranco largo con un pequeño tramo de gorga, donde están los 5 rápeles, lo demás es andar y andar yendo a la búsqueda de buenos saltos y toboganes, en los que hay que andar con ojo si no qu
ieres golpearte. Y para terminar un gran salto.








Lo mejor de está aigüeta es la variedad de paisajes, pasando del cañón excavado en roca pulida a zonas más abiertas donde reina la vegetación exuberante. Puedes ver tejos y también un pequeño jardín de helechos, conté hasta cinco especies diferentes. Incluso hay una toba colgante, formada en un afluente que desemboca en forma de cascada. Un descubrimiento tras cada recoveco en un lugar alejado de la mano del hombre.







Todos disfrutamos del día, cada uno con sus motivaciones. Luis volvía a los barrancos después de muchos años sin ponerse a remojo, Pablo y Dani recibían su bautismo y yo tenía la oportunidad de poner en práctica las técnicas aprendidas el verano pasado. Rapelamos, nadamos, saltamos, nos deslizamos y nos magullamos recorriendo el mundo perdido.






jueves, 17 de septiembre de 2009

Sin horarios en las Agujas de Travessany


Ahora que he vuelto a la rutina del trabajo y a sus horarios estrictos recuerdo los días de montaña y su libertad. En un día de buen tiempo, no existe más limitación de horarios que la salida y puesta del sol. Un buen ejemplo de esto fue la ascensión que hicimos a primeros de agosto de las agujas de Travessany, en el Vall de Boí, dentro del Parque Nacional de Aigüestortes. Se trata de seis riscos de granito que se van sucediendo una detrás de otro, cada uno más alto y más grande que la anterior, hasta llegar al Pic de Travessany (2.755 m).


Salimos del camping aún en plena noche, para al amanecer, desde el aparcamiento del embalse de Cavallers, dirigirnos hacia el refugio de Ventosa y Calvell. La llegada al refugio nos desanimo un poco, la visibilidad era nula y la amenaza de tormenta era muy grande. Pero después de consultar con los guardas sobre las vías de escape nos volvimos a entusiasmar, resultó que es posible bajar andando hacia el este desde todas las brechas salvo una que se desciende en dos rápeles de treinta metros ¡Ya no teníamos excusa, si se ponía a llover saldríamos rápidamente! Tanteando entre la niebla nos dirigimos a la base de las agujas, con tan buena suerte que empezó a abrir lo suficiente para poder disfrutar de las vistas y del calorcito justo, aunque las nubes negras no se fueron en todo el día.



Podría empezar a contaros que la primera aguja se sube por aquí, la segunda por allá y así hasta la sexta y la posterior ascensión hasta el pico. Pero la verdad es que mis recuerdos os iban a servir de poco, además en Internet hay un montón de reseñas, algunas no muy buenas, como la que llevamos nosotros. También os podría decir, como dice todo el mundo, que la aguja más difícil es la cuarta y que hay unos pasos en una placa de no se que dificultad. Desde luego es la más impresionante, pero si lleváis una buena reseña y un poco de instinto no os costará mucho. De hecho para nosotros lo más difícil fue un pequeño diedro que encontramos después de la famosa placa. Y lo que también podría contar, es que el horario es de cinco horas o así. Pero al llegar a la cima de la segunda aguja ya sabíamos que el día iba a ser muy muy largo, no nos importó. Mientras el tiempo nos respetase y las fuerzas no nos abandonasen seguiríamos hasta el final. Poco a poco fuimos superando una aguja tras otra, a nuestro ritmo pero sin parar. Superamos tramos de roca muy buena con pasos muy bonitos y otras zonas más descompuesta, destrepes dudosos, rapeles escondidos, saltos sobre el abismo, recorridos aéreos, rocas de formas sorprendentes, un quebrantahuesos volando cerca de nosotros, los lagos a nuestros pies… ¡Y al final conseguimos la cima!



Ya no nos quedaba agua, ni muchas fuerzas, pero la bajada fue relativamente sencilla y en un momento nos plantamos en el refugio. Y como éste era un día sin prisa, decidimos pasar el rato que nos quedaba hasta el anochecer de charla con unos guías de Gerona muy majetes, para terminar llegando con el frontal hasta el coche.


Lo que os contaba al principio, libertad total, tanto para seguir adelante, como para retirarse, apurando el día mientras las fuerzas aguanten.