El esquí de travesía es un deporte muy duro, lo malo es que se me había olvidado. Así que cuando se me presento la oportunidad de subir estas Navidades al Pirineo francés a probar mis nuevas botas, ni me lo pensé. Claro que con la compañía que iba a tener, tampoco era como para dudarlo mucho. Estaban convocados todos los clásicos del GUM: Adolfo, Manolo Serrano, Manolo Santervas, Leandro, Natalia, Juanillo, David, Alberto y Rosa. Así que las actividades de categoría estaban aseguradas. Además íbamos a uno de nuestros sitios fetiche, el pueblecito de Bareges, junto a la estación de esquí de Tourmalet.
Salimos el día uno por la noche. Nos dimos una buena paliza a conducir por turnos entre la niebla un montón de kilómetros y a las seis de la mañana llegamos a Luz St. Sauveur. ¡Los primeros en la tienda de alquiler de equipos! ¡Y desde allí directos a la nieve! Subimos al pico Lurtet, que tiene mucho ambiente y unas buenas cornisas. Cuando, ilusionado por volver a esquiar, hice el primer giro me di cuenta de que todo no iba a ser tan fácil como yo pensaba. Las piernas me dolían muchísimo, por suerte la nieve estaba estupenda así que logré bajar sin muchos contratiempos. La parte final fue más difícil, por que al cansancio acumulado había que sumarle que la nieve se había convertido en costra, como puede comprobar después de un salto mortal hacia delante.
Al día siguiente la huella estaba helada, y sin una buena técnica de foqueo estaba impracticable. Alberto y yo, que somos principiantes, no paramos de dar traspiés hasta que no llegamos al sol. Gracias al empuje de Manolo Santervas y Adolfo conseguí llegar hasta el Pic de Bedera a través del Col d’Aubert. La bajada fue memorable, con una nieve estupenda. La pena fue que ya en los últimos giros Adolfo tuvo una caída, causada por una placa de hielo trampa, y se lesiono el gemelo para una buena temporada.
El tercer día nos dirigimos al Soum de Montarrá, otra vez mucho hielo por la mañana, pero esta vez calzamos las cuchillas y pasamos con menos apuros. Lo malo es que la subida al pico estaba pelada de tantos esquiadores que habían pasado, y después de un resbalón canal abajo decidí que era suficiente para mi y me detuve en el hombro que hay justo antes de la cima. La bajada fue menos espectacular que los otros días, por que había hecho más frío y se había quedado un poco dura. Aún así, después de comer Santervas y yo nos animamos a hacer otros 500 metros más de desnivel para disfrutar de otra bajadita y hacer alguna foto.
El último día dedicamos la mañana a recorrer el Circo de Caubere, la verdad es que mereció la pena. El paraje es muy bonito y las vistas desde el collado que lo corona son tremendas. Pero lo mejor fue el descenso, con cortos tramos de travesía fuimos encadenando una tras otra tres palas cubiertas de una nieve polvo increíble. Fue una gozada.
Esquí de travesía, como sufro, pero como me gusta.
P.D. Buenas fotos, videos y descripciones en la crónica de Manolo para El rincón del trotamundos.
2 comentarios:
Saludos a todos los que mencionas en tu entrada del blog. La verdad es que hace tiempo que no salgo a la montaña y se me ponen los dientes largos!!! Prometo volver.
Entre tanto os deseo que sigáis disfrundo tanto de cada una de vuestras aventuras.
Hasta pronto. Bruno.
Hola Bruno!! Tú también eres todo un clásico!! A ver cuando te reenganchas. Un abrazo
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