Cuando todos los factores se ponen de tu parte la suerte no te puede fallar, es entonces cuando consigues un póquer de cimas. Este carnaval se juntaron todas las condiciones para que disfrutase como un jugador con una buena partida: un sol radiante cada día, una zona perfecta para el esquí de travesía (el Puerto de San Glorio), las montañas bien cargadas de nieve y un compañero tan machaca como yo, Manolo Santervás.
La ascensión al Coriscao (2234) es una gran clásica desde el puerto de San Glorio. La cima tiene una vistas impresionantes sobre los tres macizos de Picos de Europa, además de hacia los picos de Tres Provincias y Peña Prieta y otro montón de montañas de la Cordillera. Nosotros subimos por el valle de Culebrejas hasta un collado al pie del Alto de la Cardosa y de allí siguiendo la loma hasta el vértice. El viento nos quería arrancar de la cumbre, así que las maravillosas fotos que iba a hacer están borrosas, tendré que conformarme con el panorama que se me quedo grabado en la retina. El descenso lo hicimos hacia el arroyo Luriana, para después remontar de nuevo al collado que da paso a Culebrejas. Los tramos iniciales estaban tapizados de hielo, menos mal que la semana anterior nos curtimos en este terreno en la sierra de Béjar, aunque cuando perdimos un poco de altura encontramos algún tramo de esos en los que todo sale.
Al día siguiente tomamos el valle del Naranco hasta el Boquerón de Bobias para después remontar una canaleta hasta unas cimas menores que anteceden al Mojón de las Tres Provincias (2499). El día estaba bueno, pero las nubes se empeñan en agarrarse en la parte alta de las montañas. Conforme vamos ganando altura la niebla nos envuelve más y más, en el momento de alcanzar la línea de cumbres no sabemos si estamos más allá o más acá. Pero poco después, casi al momento de alcanzar el pico, empiezan a desvelarse las cimas que nos rodean. Vemos la inmensa mole de Peña Prieta, también las formas del Pico de las Lomas y a lo lejos el Curavacas. La bajada la emprendemos directamente hacia el Hoyo Empedrado, se trata de una pala de 400 metros en unas condiciones maravillosas. Después nos fuimos a comer un poco de chorizo en el collado del Boquerón de Bobias y a casa por donde habíamos venido.
Como estábamos crecidos decidimos que nuestro siguiente objetivo sería explorar el valle de Lechada y subir el Pico de las Lomas (2457). Más de seis kilómetros de valle y después la ascensión por las laderas del Pico Cuartas. Conforme nos vamos acercando a la cumbre el ambiente se fue tornando más y más alpino, hasta que al final tuvimos que quitarnos los esquís, no por que no pudiésemos subir con ellos puestos sino por que dudamos de que fuésemos capaces de bajar. Ascendemos a la antecumbre y una bonita arista nos deja en lo más alto.
Podemos ver Espigüete, que resalta por sus elegantes líneas, y entrever el Pico Murcia. El descenso fue épico 800 metros por el arroyo de Vargas, la nieve estupenda salvo en alguna pequeña sección, por primera vez en mi vida no deseo seguir esquiando y mis piernas dicen que no piensan dar un giro más. En la bajada por la pista íbamos dejando atrás un cráneo por aquí, una pata por allá, un costillar, un ciervo destripado, un corzo muerto… toda una carnicería. Yo que me iba quedando rezagado me esforzaba por parecer un ejemplar sano y ágil, no fuese que bajasen los lobos y me destripasen a mí también. Aunque Manolo pensaba que con el hambre que teníamos seguramente nos los merendásemos nosotros a ellos.
Con la paliza que llevábamos encima para el último día nos guardamos el Pico de Garbanceda (2042). Subimos el valle de Ceranzos, por una bonita senda que va cruzando el río por puentes estrechos y atravesando bosquetes de hayas, para después remontar el arroyo Garbanceda hasta la cumbre. Hubo que apretar el paso para poder llegar y no volver muy tarde, las piernas estaban cansadas pero activando el modo robot respondieron al último esfuerzo. Mereció la pena, otra vez tuvimos unas vistas impresionantes, en esta ocasión hacia los macizos Central y Oriental de Picos. La bajada de 400 metros hasta el arroyo Susiella no defraudó, aunque nuestro cuerpo ya no quisiese responder en los pequeños tramos con nieve costra. Llegamos contentos al coche por haber conseguido subir al Garbancete o Garbancito o como quiera que se llame, que es mucho más bonito de lo que esperábamos.
Después de estos cuatro días de intensa actividad, y con las cosas que he aprendido, se me ha despertado el apetito por internarme de nuevo por valles salvajes, subir a picos con vistas impresionantes y realizar bonitos descensos. Quizás volver a tentar mi suerte y atreverme con alguna alta ruta, encadenando desniveles acumulados jornada tras jornada. El tiempo dirá.