martes, 27 de abril de 2010

Crema de cafe en el Morezón

Este domingo metí en un pequeño lío a Dani. El año pasado comenzó a esquiar, pero aunque ya maneja la técnica aún no se siente del todo seguro. Como las condiciones iban a ser inmejorables no pude evitar proponerle una salida para que se inciase en el esquí de montaña, la verdad es que no tuve que hacer ningún esfuerzo para convencerle ¿Y que mejor cumbre para empezar que el Morezón?

Salimos del aparcamiento porteando, pero ya desdes el pluviómetro nos calzamos los esquís. Después de unas breves instrucciones comenzamos a avanzar con normalidad, la nieve estaba en muy buenas condiciones y facilitaba mucho el avance. En poco tiempo nos plantamos en la cima. Después de disfrutar de las magníficas panorámicas que tiene este pico empezaba una historia completamente diferente, había que bajar.

Una gente muy maja que estaba por allí nos animó a bajar directamente hacia el risco del Fraile, en vez de hacia el collado de Navasomera. La nieve esta estupenda, muy suave, y la pendiente era considerable. Todo un reto para Dani, pero ,después de unos cuantos revolcones y deslizamientos, poco a poco empezó a enlazar giros y conseguimos bajar unos trescientos metros.
Ahora teníamos que superar un nuevo obstáculo, había que subir. Debido a la pendiente, a que la nieve ya estaba muy blanda y al solazo que pegaba no fue nada fácil. Eso si, fue una buena oportunidad para que practicásemos una y otra vez la vuelta maría y esa patadita característica que es la clave del asunto. Así llegamos a un cerro que hay sobre el risco del Fraile y que tiene unas vistas estupendas hacia el Morezón y el circo de Gredos. También vimos la pala por la que bajamos justo a la izquierda de la cumbre.

Poco después estábamo quitándonos los esquís tras una fácil bajada, con una sonrisa de oreja a oreja y felices de haber pasado un día más en la montaña con un amigo.

domingo, 4 de abril de 2010

Pequeñas diabluras


Hay que cambiar la hora, señal de que el invierno ya está terminado. Esta noche no pego ojo, no sé si es por pensar que voy a dormir menos o porque estoy expectante ante lo que voy a hacer al día siguiente. Y es que una vez más, vamos a la laguna de La Nava, con la intención de subir a El Corral del Diablo, pero esta vez lo más directo posible. No es una actividad complicada pero es uno de nuestros sueños, desde que de pequeños vimos toda la cara de esa montaña desde el Pelao.


Es una ascensión bonita, que poco a poco va ganando ambiente y dificultad. Subimos por la parte derecha una primera pala sin demasiada pendiente, lo justo para calentar las piernas, maltratadas por una semana de bastante entrenamiento, llegamos a una llanura en la que quedan los restos de una avalancha. Este año han caído por todas partes.
La segunda pala ya se acerca a los 40º, pero la huella que hace Manolo es muy buena y se progresa bien. Acelero, voy a la caza de Manolo y César que están haciendo ellos solos lo divertido, pensar por dónde ir, abrir huella... 


Los cojo un poco antes de enfrentarnos a la ultima pala, la de salida a cumbre, esta si que es interesante, llegará a coger los 50º, como me ven con ganas me dejan ir de primero, salgo escopetado a los pocos minutos estoy reventado y tengo que dejar pasar a César. A mitad de la pala vuelvo a la carga, esta vez más tranquilo. Aún así sudo lo mío, el tramo final es el más inclinado y aunque progreso bien los nervios me pueden y llego exhausto arriba.

 

Llegamos a la cumbre, con el objetivo cumplido, pero teniendo tanto día por delante y la sierra tan bonita decidimos ir hasta el Juraco. Desde La Portilla Honda vemos la cornisa que baja hacia la Laguna del Barco, hay un tramo en que está rota y pasamos por allí. Superar la cornisa nos exige darnos un par de pasos interesantes, en donde necesito una mano que me de confianza.



A partir de ahí una fácil subida hasta la cumbre, y vuelta prácticamente por donde hemos venido, pero para salvar la cornisa nos tocó descender bajar una pala algo pindia. Tal como llevo las piernas y la poca pericia que tengo en este tipo de situaciones hace que me lo piense un par de veces. Una vez salvado esta última dificultad, solo nos queda regresar hasta el coche, que se hace más largo de lo esperado.


Aunque no haya sido una actividad difícil, a mí me ha servido para afianzar los progresos que estoy haciendo esta temporada. Y sobre todo para ir terminando de conocer estas montañas, donde siempre encuentro futuras actividades por realizar.