viernes, 10 de octubre de 2008

Alpes 4. Otro camino hacia el Mont Blanc

Algunos os preguntareis, ¿que hacían Fran y Dani mientras nosotros subiamos a Les Courtes o al Mont Blanc por los cuatromiles? En esta crónica que me ha pasado Dani está la respuesta:

Mientras, en el otro lado del macizo del Mont Blanc, Fran y yo planeábamos nuestro primer ascenso a la mítica cumbre. Nosotros, por eso de asegurar el éxito, preferimos intentarlo por la ruta normal, la que miles de personas transitan todos los veranos. El plan era dormir primero en Tête Rousse (3.167 m) para empezar a aclimatar y luego, una vez subido el famoso espolón, en Gouter (3.800 m). Pero surgió un pequeño inconveniente ya que en éste último no había plazas. Aún así, teníamos que intentarlo de algún modo, por lo que el día 7 de julio de 2008, después del bonito viaje en teleférico y tren cremallera, emprendimos desde el Nid d'Aigle (2.362 m), a los pies del glaciar Bionnassay, la subida al primer refugio.



Ese día era lluvioso y nublado, de tal forma que llegamos a pasarnos de largo el refugio, pero un claro nos dio la pista para volver sobre nuestros pasos. Allí volvimos a intentar coger sitio en Gouter llamando por teléfono, pero de nuevo se nos negó el privilegio. Las predicciones marcaban dos días siguientes con buenas condiciones para luego empeorar. La decisión fue tomada y Fran y yo nos dispusimos a la mañana siguiente al menos a llegar a Gouter, a ver que pasaba.



Desde Tête Rousse, para subir directamente al Mont Blanc, se suele partir muy pronto (1:30 a.m.), pero nosotros decidimos subir más tarde (5 a.m.) ya que nuestra esperanza era aclimatar en Gouter. El espolón de 700 m, se componía en esas fechas de hielo, roca y nieve, pero antes hubo que atravesar la famosa bolera (Grand Couloir). La cosa fue más fácil de lo que nos imaginábamos, ya que había mucha nieve en el corredor y por la hora no había gente por arriba que pudiera tirar rocas. El espolón resultó divertido, con una infinidad de pasos mixtos y una trepada final un poquito más comprometida. A eso de las 8 a.m. nos encontrábamos dentro del refugio de Gouter. Ambos nos miramos y no dudamos en intentar la cima directamente.



A eso de las 8:30, ya encordados, subimos por las cuestas de la Dôme de Gouter, para luego bajar al Col du Dôme. Aunque el día era despejado, el viento soplaba con gran intensidad. Mucha gente volvía sin haber conseguido cumbre debido al viento, el cual podría resultar muy inconveniente en la parte final. Lo más curioso (y clave a la postre) fue que ninguno de los dos sufrimos mal de altura. Hicimos parada en el refugio de emergencia de Vallot (4.362 m) donde tomamos agua y barritas. Poco a poco se iban sumando metros por las cuestas de Les Bosses. El viento hacía que la sensación térmica bajara por debajo de los -10Cº. Las aristas finales nos impresionaron pero al no haber gente se hicieron con bastante seguridad. La cima ya estaba ahí, pero costaba sumar metros. Los últimos 500 metros se hicieron pesadamente maravillosos. Sobre las 13h del día 8 de julio, Fran y yo llegabamos arriba. El viento allí era brutal (Fran no me comentó que la predicción marcaba vientos de 80-100 km/h) y estar en cumbre un poco infernal.





Después de las fotos de rigor (incluida la de payaso), no hubo tiempo de disfrutar de la cumbre, por lo que rápidamente iniciamos el descenso. Yo empecé a sentir la vista nublada, y me dí cuenta que no llevaba las lentillas puestas, se me habían caído por el viento que resecaba mis ojos. Este contratiempo (tengo 6 dioptrías en cada ojo) hizo del descenso una prueba delicada y muy lenta. Después de otra parada en Vallot donde me puse las gafas de ver, disfrutamos de un bonita vuelta pasando de nuevo por Gouter (lleno a esta hora, 5 p.m.) llegando de nuevo a Tête Rousse a eso de las 8 p.m. donde pasámos la noche. Ese día cambiaría parte de nuestras vidas como montañeros, habíamos logrado el Mont Blanc y lo habían hecho superando un desnivel de 1.700 m sin apenas aclimatación. ¿Será esta una cordada para el recuerdo?, no lo creo pero ahí estamos.

Texto: Daniel Fernández

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy sugerente el relato y lleno de viveza. Enhorabuena