sábado, 30 de enero de 2010

Siendo originales

Durante el último mes hemos hecho o intentado unas cuantas actividades originales en unas de las zonas más alpinas de los alrededores Salamanca: el circo de la Nava y la hoya de la Peña Negra.
Durante las navidades aprovechamos los tres piratas para subir hasta el Corral del Diablo en la Nava de Barco. Al llegar al circo tuvimos que agarrar a Adolfo para que no nos llevase directos a la cascada más grande y aceptase hacer algo más facilito. Nos decidimos por un sistema de goulotes en el primer zocalo rocoso de la pared. Salieron tres largos de treinta metros muy resultones. El primero una goulote de 60 grados y un resalte vertical de salida a una campa de nieve; el segundo unas placas tapizadas de nieve algo más tumbadas; y el último una entrada con paso mixto y una goulote también a 60 grados. A lo tonto a lo tonto, echamos el día y llegamos de noche al coche.
Finalizadas las vacaciones, Adolfo y yo nos acercamos por la hoya de Peña Negra a conocer la zona, ya que pese a tener la Sierra de Bejar pateada de pe a pa nunca habíamos escalado allí. Nos sorprendió mucho el ambiente alpino que tiene y la cantidad de actividades que ofrece. El día estaba muy chungo, así que optamos por hacer una actividad cortita. Nos buscamos un rincón alejado de la gente que estaba haciendo top ropes en el zócalo de la Peña Negra. Hicimos una pequeña cascada que nos hizo emplearnos a tope y resoplar un montón, especialmente en la salida, ya que no había nada que pinchar.
Al finde siguiente volví con Dani al circo de la Nava. Los vientos habían cambiado, y, en vez de nieve y frío, traían lluvia y altas temperaturas. En medio de una llovizna fina, pero constante, intentamos un corredor que sale directo a la cima del Pelao. Un resalte mixto nos detuvo a medio camino, como no llevábamos cuerda no quisimos arriesgarnos, pues la nieve y el hielo estaban francamente malos. Así que volvimos sobre nuestros pasos un poco chafados.
Pues lo dicho, hay un montón de actividades originales que te hacen sentir que estas explorando territorio intacto y viviendo grandes aventuras, eso si, a una hora del calor del hogar. Esperemos que el invierno siga siendo benébolo y nos permita seguir viviendo nuestros pequeños retos.

lunes, 18 de enero de 2010

Soledad en Bionnassay



Capítulo 3. Soledad en Bionnassay

Estaba claro, con un calor que todo lo funde, derrumbamientos de piedras por doquier y grietas inmensas en los glaciares había que subir muy alto para pisar nieve escalable, así que nos decidimos por la Aiguille de Bionnassay (4052 m).



Para comenzar la aproximación, una vez más, teníamos que hacer un encaje de bolillos de autobuses, trenes y teleféricos. Y una vez más, a todo correr, conseguimos llegar a la estación superior de Bellevue (1801 m). Nuestro plan era ascender hasta el col de Tricot (2120 m) y desde allí acceder al refugio de Plan Glacier (2700 m). Sobre el mapa parecía sencillo, pero llegar hasta el col de Tricot vestidos de montañeros y cargados con el material se hizo duro, quedando el camino bien empapado de goterones de sudor. Una vez allí tomamos un sendero solo para montañeros experimentados, tal y como rezaba el cartel que había a su entrada. Se trata de un sube-baja constante con algunos pasos de trepada equipados y un ambiente increible, muy recomendable para personas que desean superar su miedo a las alturas. Y así llegamos al refugio, un nido de aguila construido en madera ¡El auténtico refugio de los pioneros!





Era mediodía, demasido temprano para nosotros, que en este viaje acostumbrábamos a llegar justitos a la cena, así que nos resistimos a la tentación de quedarnos allí y seguimos hasta el refugio de Durier (3369 m). Tomamos un camino para montañeros más expirimentados todavía y llegamos al glaciar de Miage. Para nuestra sorpresa, estaba en peores condiones que todos los que habíamos cruzado durante el resto del viaje. Por suerte para nosotros, la gran caverna que se había formado en el contacto con la roca se había derrumbado en un punto, y justo por ahí nos metimos en aquel coladero. Así llegamos a una zona cubierta de nieve papa, lo que nos hizo avanzar con mucha precaución ya que no sabíamos lo que podía haber debajo, y justo en ese momento se desprendió una piedra teledirigida que Adolfo consiguió esquivar como un torero y que casi alcanza a Pablo por la gran parábola que describió. Por fin alcanzamos el espolón por el que se accede al refugio, para que no pensásemos que con hacer los 500 metros de desnivel que quedaban sería suficiente se puso a llover.



Estábamos en el refugio, pero no habíamos llegado a la cena, el guarda se había marchado hacia dos días y estábamos solos. Nos dedicamos a esquilmar la despensa, a beber agua de lluvia recogida en un barreño y a disfrutar del privilegio de estar en un lugar tan impresionante. Nos metimos a dormir los tres muy juntitos para estar descansados para el día siguiente.



Costó mucho levantarse, la paliza del día anterior nos pasaba factura. Nos comimos un pastel de chocolate y plátano que dejó el guarda y nos pusimos en marcha. Grandes desprendimientos nos saludaron desde las Domes de Miage. Enseguida cogimos altura y siguiendo las huellas de un zorrillo, entre tramos de arista, llegamos a un espolón rocoso. Le dimos un par de vueltas antes de encontrar la ruta correcta de ascenso y nos metimos en faena, la buena calidad de la roca nos permitía escalar en ensamble y a Adolfo marchar solo por delante. Poco a poco y después de algunos pasos bonitos aparecimos en la cumbre de la Aiguille de Bionnassay (4052 m). 



 

Pero la fiesta no hacía más que comenzar, nos esperaba por delante una fina arista de medio kilómetro con un impresionante serac colgado. La mala calidad de la nieve nos lo puso muy difícil. A ratos avanzábamos en travesía por un lateral, a ratos a caballo por la arista y a ratos abrazados a la cornisa, el tiempo pasaba muy despacio y poco a poco el calor se hacia insoportable, hasta que conseguimos llegar a un filo rocoso. Fue un gran alivio y a partir de entonces conseguimos andar a un ritmo razonable. Después de lo vivido los filos que protegen el acceso al Piton des Italiens (4002m) ya no nos impresionaban, andabamos por encima como si tal cosa. 


  
A partir de ahí ya no había dificultad técnica, pero si hubo que abrir una buena huella hasta la cima de la Dôme du Goûter (4304 m).Ya solo nos quedaba trotar, y a ratos galopar, hacia abajo, primero a Goûter (3817 m) y luego a Tête Rousse (3167 m), donde llegamos una vez más justitos para cenar.



Habíamos ido donde a nadie se la había ocurrido con semejantes condiciones, habíamos hecho la actividad más técnica y dura de nuestra vida y habíamos terminado la parte deportiva de nuestro viaje.


  
Fin

lunes, 11 de enero de 2010

Nuevos límites.

Ahora que es temporada de nieve, os dejo un video de roca para coger calor. Aunque será poco, porque lo grabamos en noviembre de 2007. La verdad es que tenía muchas ganas de ponerlo ya que se trata de mi primer 6a, me ha costado lo suyo editarlo. La imagen no es de muy buena calidad pero se capta perfectamente lo que pasó.



Ya casi no me acuerdo como ocurrió, creo que lo que más me costó sacar fue el paso de entrada, la salida está muy bien chapada y pasar un techín me motivaba mucho, además de los animos de los compañeros.
Que lo disfruteis, como yo lo hice escalando.

jueves, 7 de enero de 2010

De repente en Argentière



Capítulo 2. De repente en Argentière

Una cosa que ha caracterizado nuestro viaje a Alpes este verano ha sido el cambio de planes a última hora, ya fuera por el estado de la montaña o por el tiempo. Y esto es lo que nos pasó al volver a Courmayer de Torino, cuando estaba practicamente decidido que iríamos al Cervino. En el último momento, y esto quiere decir que el autobús acababa de arrancar, decidimos ir a Chamonix, que era la única zona en la que daba bueno.
Una vez allí buscamos una consigna donde poder dejar lo poco que no queríamos llevar para arriba, y después de un rato dimos con La Cantina Tex Mex, donde por cinco euros te guardan el equipaje. Otro bus más y nos plantamos en Argentière, y después de un difícil intercambio de opiniones con una taquillera que no había tomado all-bran nos plantamos en la estación superior del teleférico de Les Grands Montents (3295 m).


Unas chicas nos dijeron que ellas habían desistido de bajar hacia el glaciar por que una grieta muy grande impedía el acceso. La cosa pintaba mal, pero decidimos echar un ojo y encontramos una instalación de rápel que permitía salvar una gran rimaya. Una vez hecho el rápel ya no había vuelta atrás, el teleférico ya había cerrado y nos quedaban unas pocas horas de luz por delante para descender hasta el glaciar principal y cruzarlo.



La bajada fue bastante compleja, hubo que salvar un gran número de grietas, cruzar zonas de hielo negro y correr morrena abajo. Una vez conseguimos llegar al glaciar principal pudimos avanzar más rápido ya que estaba límpio de nieve y se veían bien la zonas con grietas. Nos quitamos las botas, arneses y crampones y entramos corriendo al refugio de Argentière (2760 m) justo para la cena.





Durante la noche cayó una gran tormenta que hizo temblar todo el valle. Amaneció muy nublado, y así se mantuvo todo el día. Con este panorama y viendo que las vías de nieve de la zona estaban peladas decidimos tirar para abajo. El guarda nos recomendó que cruzasemos hasta el glaciar de Tour por el col du Passon (3028 m), ya que el resto de pasos estaban impracticables. Y nosotros le hicimos caso.





Descendimos por el glaciar de Argentière hasta encontrar un paso hacia la subida al col, tuvimos que dar muchos rodeos entre grandes grietas y prestar mucha atención para cruzar una morrena que era puro barro. Después, hubo que remontar una gran pedrera y en los últimos metros subir por un corredor empinado de piedra descompuesta. Había que poner mucho cuidado para no tirar una piedra a los compañeros. Entonces conseguimos asomarnos al mar de grietas en que se había convertido el glaciar de Tour.



El bajo nivel del hielo había dejado un montón de antigüedades a la vista: clavos y tornillos, latas, etc. Parecía que iba a ser imposible cruzar el glaciar en semejante estado, pero gracias al olfato de Adolfo fuímos encontrando los pasos entre las grietas. Y así, después de dar grandes rodeos conseguimos llegar hasta el refugio Albert Primero (2706 m). Ya "sólo" quedaba bajar hasta el pueblo de Tour (1480 m), un gran desnivel para nuestras castigadas piernas.



De vuelta en Chamonix empezamos a darle vueltas a la cabeza para decidir a donde podíamos ir sin jugarnos demasidado pellejo con estas condiciones en la montaña, había que moverse bien para aprovechar los pocos días de vacaciones que nos quedaban.
Continuará ...