Durante el último mes hemos hecho o intentado unas cuantas actividades originales en unas de las zonas más alpinas de los alrededores Salamanca: el circo de la Nava y la hoya de la Peña Negra.
Durante las navidades aprovechamos los tres piratas para subir hasta el Corral del Diablo en la Nava de Barco. Al llegar al circo tuvimos que agarrar a Adolfo para que no nos llevase directos a la cascada más grande y aceptase hacer algo más facilito. Nos decidimos por un sistema de goulotes en el primer zocalo rocoso de la pared. Salieron tres largos de treinta metros muy resultones. El primero una goulote de 60 grados y un resalte vertical de salida a una campa de nieve; el segundo unas placas tapizadas de nieve algo más tumbadas; y el último una entrada con paso mixto y una goulote también a 60 grados. A lo tonto a lo tonto, echamos el día y llegamos de noche al coche.
Finalizadas las vacaciones, Adolfo y yo nos acercamos por la hoya de Peña Negra a conocer la zona, ya que pese a tener la Sierra de Bejar pateada de pe a pa nunca habíamos escalado allí. Nos sorprendió mucho el ambiente alpino que tiene y la cantidad de actividades que ofrece. El día estaba muy chungo, así que optamos por hacer una actividad cortita. Nos buscamos un rincón alejado de la gente que estaba haciendo top ropes en el zócalo de la Peña Negra. Hicimos una pequeña cascada que nos hizo emplearnos a tope y resoplar un montón, especialmente en la salida, ya que no había nada que pinchar.
Al finde siguiente volví con Dani al circo de la Nava. Los vientos habían cambiado, y, en vez de nieve y frío, traían lluvia y altas temperaturas. En medio de una llovizna fina, pero constante, intentamos un corredor que sale directo a la cima del Pelao. Un resalte mixto nos detuvo a medio camino, como no llevábamos cuerda no quisimos arriesgarnos, pues la nieve y el hielo estaban francamente malos. Así que volvimos sobre nuestros pasos un poco chafados.
Pues lo dicho, hay un montón de actividades originales que te hacen sentir que estas explorando territorio intacto y viviendo grandes aventuras, eso si, a una hora del calor del hogar. Esperemos que el invierno siga siendo benébolo y nos permita seguir viviendo nuestros pequeños retos.
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