jueves, 22 de diciembre de 2011

Microaventura


A veces con sacar un ratito se pueden vivir pequeñas aventuras. Este verano, durante las vacaciones familiares en el pueblo, mi padre y yo nos escapamos una mañana a dar una vuelta por la sierra.


Salimos tempranito, dejando a los demás durmiendo. Comenzamos a caminar remontando los prados de la parte baja del valle, el ambiente era fresco y muy tranquilo, empezamos a sentir las sensaciones de nuestras antiguas escapadas, cuando mis hermanos y yo eramos pequeños y estábamos descubriendo con mi padre las montañas.


Después de charlar un rato con un ganadero nos internamos en el paisaje de la alta montaña en Gredos y tras subir una cuesta aparecieron las vistas de la sierra, que por más veces que las hayamos visto no nos cansaremos de ellas. Ya hemos entrado en calor, así que es un buen momento para darnos un bañito y salir corriendo para abajo, por que sino no llegaremos a comer. Entonces comienza el terreno de aventura, vamos a bajar por un barranco por el que no nos hemos internado nunca. Aunque parezca mentira después de toda la vida caminando por esta sierra, aún nos quedan rincones por explorar, solo hace falta un poco de imaginación.
 

El descenso esta salpicado por tramos verticales. En un momento dado el barranco se estrecha tanto que solo hay un paso posible, por suerte podemos destreparlo. Más adelante los saltos son tan altos y verticales que tenemos que buscarnos la vida hacia los laterales. Poco a poco vamos encontrando la salida. La zona más vertical se acaba y entramos en un tramo de grandes bolos ¡Nuestro terreno favorito! Echamos a correr. Ya solo queda recorrer el sendero para llegar hasta casa y reunirnos con todos los demás. Por la tarde nos iremos a bañar al río.

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