Cuando una expedición sube a un gran pico instalando campamentos de altura y cuerdas fijas se dice que es en estilo pesado. Ese no es el modo más habitual de subir a un pico en Pirineos, pero lo que hicimos nosotros en el Midi d'Ossau el pasado puente de mayo fue precisamente eso, un asedio en toda regla.
El jueves hicimos la aproximación hasta el refugio de Pombie. Un paseo corto por nieve blanda cargados como mulas. Nuestra principal preocupación era el riesgo de aludes, el parte daba riesgo notable (3), podíamos ver los grandes aludes que habían barrido los valles durante la anterior semana. Por suerte las montañas ya se habían sacudido casi todo lo que tenían encima y la cosa estaba bastante estable, aunque no era muy recomendable moverse por determinadas laderas a partir del mediodía.
A las cinco de la mañana comenzó a sonar la Bola de Cristal, era el despertador de Fran que nos avisaba que teniamos que movernos. Nos pusimos en marcha y comprobamos que la nieve se ha endurecido algo, aún así progresamos a buen ritmo hacia la vía normal del pico. De pronto Fran se percató de que Dani no hacía ruido al pisar las rocas, ¡ha perdido un crampón! Nos pusimos a excavar una madriguera para ver si estaba en un agujero, pero no aparecía. Tras media hora de búsqueda decidimos seguir adelante mientras Dani seguía mirando. Cuando ya estábamos apunto de meternos en faena vimos que que venía rápidamente a reunirse con nosotros, pero ya era tarde cuando nos dispusimos a subir todos juntos. Aún así ascendimos media pared antes de desistir por el estado cada vez más peligroso de la nieve.
El sábado sería nuestra última oportunidad. Madrugamos más todavía, pero la nieve no se había helado apenas durante la noche, y poco después nos quedamos Fran y yo sólos, Dani tenía una gran ampolla en el talón que le hacía sufrir en cada paso, pero no nos desanimamos y seguimos adelante. Avanzábamos rápidamente gracias a la huella del día anterior, atrás fueron quedando las dificultades: la primera chimenea convertida en una canal de nieve, la segunda chimenea con su pequeño resalte de hielo y la expuesta travesía de las dos canales hacía la tercera chimenea. Aquí se nos acabó la traza. Nos teníamos que enfrentar a un corredor de 200 metros a 50 grados con muchísimo ambiente, con decisión me lancé a abrir huella y poco a poco fuimos superando el desnivel que nos separaba de las campas de nieve que hay en la parte superior. Tras el penoso esfuerzo de cruzar estas grandes palas alcanzamos la pequeña cresta final, que resolvimos más fácilmente de lo que esperábamos. ¡Por fin la cumbre! ¡Que vistas! ¡Todo Pirineos a nuestro alcance! Dejamos volar nuestra imaginación hasta otras cimas, pero no podíamos entretenernos, las horas pasaban y el sol no perdona.
Una rápida bajada con dos rapels, uno en la tercera chimenea desde una reunión con cadena frente a la cruz de hierro y otro para salvar el resalte de hielo de la segunda chimenea, nos dejo fuera de la pared justo a tiempo para ver como una colada de nieve corría por la primera chimenea borrando nuestra traza. Salvados por la campana nos reunimos con Dani en el refugio para celebrar esta victoria a los puntos en el segundo asalto.
El jueves hicimos la aproximación hasta el refugio de Pombie. Un paseo corto por nieve blanda cargados como mulas. Nuestra principal preocupación era el riesgo de aludes, el parte daba riesgo notable (3), podíamos ver los grandes aludes que habían barrido los valles durante la anterior semana. Por suerte las montañas ya se habían sacudido casi todo lo que tenían encima y la cosa estaba bastante estable, aunque no era muy recomendable moverse por determinadas laderas a partir del mediodía.
A las cinco de la mañana comenzó a sonar la Bola de Cristal, era el despertador de Fran que nos avisaba que teniamos que movernos. Nos pusimos en marcha y comprobamos que la nieve se ha endurecido algo, aún así progresamos a buen ritmo hacia la vía normal del pico. De pronto Fran se percató de que Dani no hacía ruido al pisar las rocas, ¡ha perdido un crampón! Nos pusimos a excavar una madriguera para ver si estaba en un agujero, pero no aparecía. Tras media hora de búsqueda decidimos seguir adelante mientras Dani seguía mirando. Cuando ya estábamos apunto de meternos en faena vimos que que venía rápidamente a reunirse con nosotros, pero ya era tarde cuando nos dispusimos a subir todos juntos. Aún así ascendimos media pared antes de desistir por el estado cada vez más peligroso de la nieve.
El sábado sería nuestra última oportunidad. Madrugamos más todavía, pero la nieve no se había helado apenas durante la noche, y poco después nos quedamos Fran y yo sólos, Dani tenía una gran ampolla en el talón que le hacía sufrir en cada paso, pero no nos desanimamos y seguimos adelante. Avanzábamos rápidamente gracias a la huella del día anterior, atrás fueron quedando las dificultades: la primera chimenea convertida en una canal de nieve, la segunda chimenea con su pequeño resalte de hielo y la expuesta travesía de las dos canales hacía la tercera chimenea. Aquí se nos acabó la traza. Nos teníamos que enfrentar a un corredor de 200 metros a 50 grados con muchísimo ambiente, con decisión me lancé a abrir huella y poco a poco fuimos superando el desnivel que nos separaba de las campas de nieve que hay en la parte superior. Tras el penoso esfuerzo de cruzar estas grandes palas alcanzamos la pequeña cresta final, que resolvimos más fácilmente de lo que esperábamos. ¡Por fin la cumbre! ¡Que vistas! ¡Todo Pirineos a nuestro alcance! Dejamos volar nuestra imaginación hasta otras cimas, pero no podíamos entretenernos, las horas pasaban y el sol no perdona.
Una rápida bajada con dos rapels, uno en la tercera chimenea desde una reunión con cadena frente a la cruz de hierro y otro para salvar el resalte de hielo de la segunda chimenea, nos dejo fuera de la pared justo a tiempo para ver como una colada de nieve corría por la primera chimenea borrando nuestra traza. Salvados por la campana nos reunimos con Dani en el refugio para celebrar esta victoria a los puntos en el segundo asalto.
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